Si verdaderamente quieres ayudar a alguien a aprender, necesitas saber del tema pero, sobre todo, sentirlo y sentirte parte de ese espacio de conocimiento. Esto último, más que lo primero, es la puerta para que la persona a la que ayudas se motive con tu ejemplo, haciendo suyo el deseo y el compromiso de saber, e incorporando en ello sus experiencias y contexto. Recuerda: ayudar a otros y compartir con ellos tu tiempo, es la mejor metáfora del amor que pudiera yo imaginar…